12.10.2006

POR QUE LA MASACRE NO FUE MAYOR

Falta poco para la inauguración de 1935. Terrenos rellenos con basura. Créditos oficiales muy blandos. Y antes de festejar la primera década, la primer masacre. Ahí están todos para la foto y la historia.

PERO FALTA ALGO, además de Bartolomé Macías: tanto La Razón como Noticias Gráficas se desgañitan, esta última con una prosa deplorable, que cuando los gritos, ayes y voces de alarmas empiezan a crecer y dar cuenta de la catástrofe que ha comenzado, policías que estaban entre el público y no habían resultado heridos, más colimbas que en aquella época iban en cardumen porque eran provincianos sin un peso para tratar de hacer algo los fines de semana de franco y los dejaban entrar gratis, como también aficionados comunes, se enlazan y la versión cuasi oficial difundida es que hacen una barrera, un dique contenedor para que allá abajo no aumente la cantidad de víctimas, motivo por el cual hubo solamente 9 y no 71, como en la Puerta 12, donde tal contención no sólo no existió sino que el destacamento de la barra brava de Boulogne hizo de pistón en medio de la humareda por las hojas de diario encendidos para tratar de hacer algo de luz en medio de tanta oscuridad, logrando el efecto reversa y adelantando el croquis de lo que iba a ser Cromañón.

Tratándose de lo que se trata, es más que una probabilidad que la primer garroteada haya sido con orientación barranca abajo y la segunda para detenerlos y mandarlos otra vez para arriba. A todo esto, cuando está dando comienzo una masacre, los diarios de la tarde estaban conectados por teléfono con sus hombres en la cancha respectiva y en la redacción, con el eterno pucho ladeado, con la oreja derecha apretando el auricular contra el hombre respectivo, el escribidor de turno metía las grageas que iban dando forma lo mejor posible a una crónica lo menos cualunque posible. Esto fue lo que alcanzó a meter La Razón agónicamente, con un jefe de redacción célebre como periodista y célebre por lo fanático furibundo de River, como cierre de un recuadro con lo último de lo último: “Bartolomé Macías olvidó un poco el área penal y no siempre impuso su reconocida autoridad.” La cruda verdad fue que la única área penal que se olvidó el célebre soplapitos fue la de River. Porque no había terminado de dar los tres pitazos finales que los de San Lorenzo se le fueron al humo y no para felicitarlo. Se lo quisieron comer crudo. El que pudo tener sentimientos más bondadosos consideraba que los había afanado de la manera más inescrupulosa. La jugada que terminó con el gol de Adolfo Pedernera, que fue el del triunfo, entra en el drama filosófico que señaló un académico francés al visitarnos más de medio siglo después (NOTA: Bromberger, Christian. Significación de la pasión popular por los clubes de fútbol. Libros del Rojas. Deporte y Sociedad. Buenos Aires, noviembre del 2001, 57 págs.), pero fue lo de menos porque hasta la misma Noticias Gráficas, que se mostró mansita y comer de la mano a la hora de aguachar el homicidio múltiple como accidente entre imbéciles desatados por una locura caballar, en la edición del día siguiente, con el título general de

LUTO SOBRE LA EMOCION DEL CLASICO

Comenta Enzo Ardigó

tiene un remate del más neto cuño futbolero, de la mejor alcurnia de tratar a la pelota como si fuera una dama, más de un hombre que se adelantó a la época porque también fue cronista de espectáculos y crítico de cine: “Y llegóse así al triunfo del local, limpio y merecido. Lo que no obsta para que digamos que en la perfección de los guarismos que lo acreditaron, gravitó asimismo la inexplicable reticencia de Macías para cobrar dentro del área de River penales que todos vimos menos él…”

¡Tomá mate! Dos fueron los que se deglutió, si se quiere exactitud. Grandes como ranchos y hasta con campanitas. Es imposible la ubicuidad en la grafía para narrar los hechos, por eso hay que hacer altos y jerarquizar, reordenar de otro modo y ya se va a volver a la relación arbitraje de Macías-masacre. Primero lo que dijo el cotidiano católico El Pueblo, que no salía los lunes, el mismo martes 4 de julio, dedicó su contratapa habitualmente dedicada al deporte con lo que sigue, bajo el título EL FUTBOL DEL DOMINGO: “Es lamentable e inexcusable en los actuales momentos la postergación de árbitros muy señalados, que por dignidad deportiva muy poco frecuente en el ambiente han denunciado, ante la ingrata evidencia de ser suplencia por elementos noveles sin gran noción del reglamento y de discutida y manoseada autoridad, que traerán (y ojala nos engañemos), con sus desaciertos, horas sombrías para el fútbol porteño. El sistema del sorteo, si bien ha conformado a los suspicaces y malintencionados, no vemos en la presente qué beneficios ha reportado a la práctica del deporte, ya que los malos arbitrajes están como siempre a la orden del día.”

Todavía un parrafito más del epitafio por elevación:

“El mal que aqueja a nuestro popular deporte, a juzgar por lo demostrado, no estriba tanto en la parcialidad de los jueces, como en la evidente falta de competencia de los mismos.”

Se venía, se venía…