A River lo hizo millonario y le construyó el Monumental sin ningún defecto. Le echaron del servicio diplomático de por vida por corrupto y lo único puro que había en el mundo eran los Partagás que chupeteaba día y noche. Fue uno de los popes de Fútbol Espectáculo SA en 1959. Repartidor de soda, naranjín y la Quilmes, gracias al fútbol consiguió el reparto total de la Coca-Cola. ¿Será por eso que ahora al estadio le quieren poner el nombre de la gaseosa?LO DE ANTONIO Vespucio Liberti no entra en lo sibilino o pusilánime. Es directamente de otra galaxia, típico y soberbio de un dirigente del fútbol argentino de su catadura moral e intelectual:
-La responsabilidad le cabe enteramente al público, como lo dijimos en el comunicado oficial del club –le espetó al otro día a Crítica, los cadáveres aún en sus féretros y todavía faltando tres para completar el saldo final de nueve-. Una verdadera inconducta está guiando sus actos, tanto en las canchas de fútbol como en la calle, como en todos los lugares donde se producen aglomeraciones. Nuestro estadio, que ofrece las máximas comodidades y cuya descongestión ha sido estudiada en forma cuidadosa por los técnicos que lo construyeron, no podía ser jamás causante de semejante catástrofe a poco que el público actuara con la corrección debida. .
(Todavía faltaba una década para que a Liberti lo echaran de por vida de la diplomacia argentina por una metida de manos en la lata como cónsul en la Génova de sus ancestros, representando al primer peronismo, y que sucesor, el escribano William Kent, consuegro de Vicente Leónides Saadi, en la misma senda política y también diplomática -porque en la Segunda Década Infame lo licenciaron para siempre como embajador en los Países Bajos por algunas diferencias en la caja chica de la sede diplomática en Amsterdam-, recorriera hospitales con los heridos de la Puerta 12, permutando una firmita donde se desistía de toda acción legal contra el club a cambio del pago de todos los gastos, cuando volvieron a estar puestas las pasarelas a las que se llamaba molinetes y entrecerradas las puertas rebatibles, pero con el agregado que el 25 de junio de 1968 se tendría que haber llevado a cabo por fin la inspección municipal pedida en julio de 1944 para que controlaran si los planos aprobados en su momento como se aprueban esas cosas en la Argentina, tenían las bocas de acceso como Dios manda, no escaleras a 45º, recodos de 180º y una luminosidad, sobre todo en los atardeceres grises de invierno como cuando tuvieron a bien suceder las dos masacres sin una puta lamparita de 25 watts porque estaban todos quemadas o se las habían afanado ya en 1930, cuando lo inauguraron.)
A todo esto, no enterado de la psicosis o porque le importaba un comino todo, como buen milico, el teniente coronel a cargo de la intendencia le mandó una nota al presidente de la AFA que antes tuvo a bien repartir copia por los diarios porque el destinatario real era la gente para que creyera que tenía gobernantes sensibles que se preocupaban por ellos, no los paquidermos de Viamonte al 1300, y en donde en nombre de la ya manoseada “seguridad pública” procedía a dar algunos consejos que hasta en un seminario de opas lo hubieran abucheado: “Disponer que ya al promediar el segundo período de los partidos de fútbol las puertas de salida estén libres de todo impedimento. Cuando en las puertas existan dispositivos para ordenar la salida del público, adoptar las medidas que permitan desmontarlos, facilitando así la desocupación de las canchas.” Lo bueno del caso es que a semejante cantidad de pavadas, encima tardías, los compatriotas de entonces se podrían haber enterado que aunque nadie se hubiera dado cuenta existía una Inspección de Espectáculos tan inútil como el agua de los fideos o, con suerte, tan o más corrupta que el resto de los funcionarios públicos de cualquier área, porque quedó un misterio más para qué carajo servía, qué funciones cumplía, amén de tomar cafecitos con pocillo libre, leer los diarios temprano y cobrar el sueldo todos los meses, y por qué tardó venticuatro años hasta 1968 para tratar de inspeccionar las aberraciones arquitectónicas de nacimiento que tenía el famoso Monumental, pero no pudo porque estaba todo acordonado por lo sucedido dos días antes en la Puerta 12, por lo que no se hizo jamás, pero cuyo misterio se va a prolongar todavía hasta fines del 2004, por ahora, cuando las 194 víctimas de República Cromañón demuestren que jamás tendría que haber habido cuatro mil personas en un local supuestamente habilitado para menos de la mitad, jamás un recital lo que era para bailanta, y que revisado con un mínimo de rigor se hubiera concluido que tenía imposibilidades hasta para poner un puesto de venta de pororó.
Hasta Crítica, que estuvo por méritos propios entre la prensa más amanuense, el martes 4, día de los entierros donde se borró hasta el portero de la AFA, ni hablar del presidente de la llamada entidad madre y de los dos clubes en cuestión, tenía un inusual arresto de racionalidad para informar sobre lo sucedido: “Las barreras paralelas de hierro que forman los bretes de salida habrían sido uno de los más serios obstáculos para los primeros accidentados.” A continuación se manda una descripción topográfica que sin querer va a empezar a explicarlo todo si se arman bien las piezas del puzzle: “En los 19 escalones hasta el primer descanso y en los 19 siguientes hasta el descanso más amplio de la escalera de las tribunas populares emplazada sobre la avenida […] había unas quinientas personas, ocho o diez en cada escalón, y el tramo siguiente con 26 escalones hasta el balcón sobre la mencionada avenida, la aglomeración era impresionante.”